Cartas de casa

Cartas De Casa

Justo antes de las Navidades mi hija intentó suicidarse tomando 150 pastillas de analgésicos acompañadas con una botella de vodka. Cuando salió del coma en el hospital (un amigo suyo la había encontrado y había llamado al 911), dijo sentirse abatida al descubrir que todavía seguía con vida.

Este intento de suicidio fue la culminación de tres años de depresión, que habían comenzado de una manera seria con la muerte de su hermano (su mejor amigo), y habían finalizado este año pasado con un matrimonio desastroso. Todavía sintiéndose suicida sus amigos intentaron disuadirla de que fuera a visitarme, convencidos de que este sería su «último adiós». Pero al final vino a verme, y en algún punto durante la visita, sintiéndome yo mismo bastante desesperado, decidí mostrarle el experimento de Douglas Harding – «Apuntar Aquí» – todavía no recuerdo bien por qué lo hice, creo que podía calificarlo como un «juego» o como una rareza interesante.

Por lo general la sala de visitas en esta prisión está abarrotada de gente y las mesas están muy cercanas las unas de las otras. Sabía que mi hija intentaría casi cualquier cosa, así que le pedí que señalara a una silla cercana, que se fijase en su forma, opacidad, la sensación de ser un objeto que está «ahí fuera». Lo siguiente que hizo fue apuntar a su pie, percatándose de que también era una «cosa» sólida, con color y textura. Después señaló su rodilla, su muslo, su abdomen, y por último su pecho, deteniéndose y fijándose en cada una de las cualidades de forma o «cosa» que estas representaban.

Señaló entonces al lugar desde el cual partía su observación, y la pedí que invirtiera su atención 180 grados y que me dijera lo que veía – no lo que pensaba que veía, no lo que la habían enseñado, sino lo que veía exactamente en ese mismo instante.

Entonces dijo, «¿Mi nariz?» y yo respondí, «Vale, una nariz un tanto borrosa. ¿Y qué más ves?» Tras una pausa, en la cual parecía perpleja, respondió, «¿Mi cara?…», y entonces dije, «¿Ves realmente tu cara?» – y lo que vino a continuación fue verdaderamente uno de los momentos más memorables de mi vida – de repente se quedó inmóvil, pegó un sobresalto y entonces las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos y rompió a llorar cubriéndose el rostro con sus manos. Cuando me miro de nuevo dijo, «¡Oh Dios mío, esto siempre ha estado aquí!»

Y eso fue el comienzo, el principio del fin de una vida que hasta ahora simplemente no había funcionado para ella. Una mujer que en el año anterior había perdido su casa, su lucrativa profesión, sus coches – lo había perdido todo, y ahora se encontraba sin hogar y en bancarrota. Así describe ella ese momento en el salon de visita:

«Lo ví inmediatamente. Me trajo a la memoria lo que recordaba cuando era niña. ¡Era como si de repente una luz se hubiera encendido, y ahí estaba mi don de nuevo! Aquella que estaba sufriendo no era yo en absoluto – ¡Qué farsa! Oh sí, lo «pillé» del todo – !No podrías errar el tiro! Fuegos artificiales, lágrimas, carne de gallina, – !Todo eso pasaba!»

En las siguientes semanas escribió:

«Tengo poco o nada de dinero, pero eso no parece importar. Por primera vez me estoy dando cuenta que soy feliz. Nunca antes pude definir la felicidad. Escuchar a los demás se ha convertido en puro deleite. Es como si cuando «Veo» parase de pensar – y simplemente absorbo a la persona que tengo delante. Siento literalmente como sus palabras se funden en la conciencia, llegando a ser una parte de mí.

«La belleza de esta Visión radica en que: no pregunto por qué, cómo, qué, dónde o cuándo. Simplemente ES, y siempre ha sido así. No hay preguntas con respecto a ESTO. Hablando hoy con mi amigo D., ví su claridad. Ví algo extraordinario: Entre nosotros no existía nada que nos separase – no había distancia, ni espacio, ni barreras. Nunca antes había sentido esta clase de paz.

«Esta Visión de la Nada viene cuando menos te lo esperas. Cuando sucede, nada es lo mismo. No sé cómo los demás lo experimentan, si les cambia la vida desde el principio, pero para mí fue desde luego así. Sé que esto puede sonar extraño para los demás, pero cuando estoy haciendo algo, estoy también Viendo esta Nada: haciendo las tareas del hogar, leyendo un libro, viendo la televisión, comiendo (el plato, el tenedor, la comida, simplemente la sitúo en mi boca y las pongo en – ¡Nada!). Todo esto no es algo que yo haga. La Conciencia simplemente se hace cargo.

Más tarde me envió una de sus anotaciones diarias:

«Me encanta VER cuando me quedo dormida. Solía pasarlo mal cuando iba a dormir ya que no paraba de dar vueltas y vueltas a las cosas que habían pasado durante el día o las que tendría que hacer al día siguiente. VER antes de dormir era difícil al principio, pero ahora es relajante y reconfortante: cierro mis ojos y estoy en ningún sitio, el universo. Su inmensidad es insondable, y aún así sigo siendo algo en mi Nada. Está aquí. Lo que está allí está aquí. Es como una canción de cuna que me lleva pacíficamente al sueño. También hago esto durante el día. Cierro mis ojos y veo esta NADA. Me imagino que no tengo vista, ni ninguna forma de arreglármelas para ver el mundo visual. No tengo nada, ni memoria, ni idea en que consiste el entorno que me rodea. Dentro sólo veo una inmensidad – no hay palabras para describir su enormidad. Lo abarca todo. Es un lugar donde todo sucede donde. Yo soy todo ello, pero a la vez intacto e intocable.

«Cuando era un niña me sentía a mi misma como parte del mundo. Era mi mundo. Incluso cuando miraba hacia fuera también me veía a mi misma desde dentro, como si estuviera mirando hacia afuera y hacia adentro al mismo tiempo. Había una luz, y un pensamiento, muchos pensamientos que sucedían unos a otros, un vacío y aún así un no vacío.»

De pequeña mis padres me cambiaron el nombre muchas veces (ya que eran prófugos de la ley). No me importaba cuantas veces mis padres me hacían memorizar mi nuevo nombre, yo siempre era Yo, mi mejor amiga. Confié en esta luz interior. Recuerdo estar contenta con sólo sentarme y VER. Yo no sabía que tuviese un nombre. Me dije a mi misma que tenía algo especial. Pensaba que nadie más tenía este don especial. Cuando me miraba en el espejo, lo que veía era una niña pequeña que se parecía a mi madre a mi padre y a mi hermano. También veía las cicatrices (de una mordedura de perro) y unos ojos tristes. Sin embargo recuerdo decir: ¡Esa no soy yo, mi Yo verdadero aparece cuando no me identifico con esa del espejo! Me reía y me sentía consolada al mismo tiempo.
«Mis padres eran traficantes de drogas. También eran bastante descuidados en lo que se refiere a ser padres, con lo cual estuve expuesta a cosas que la mayoría de los niños nunca habrían oído. Sin embargo siempre podía ir «adentro», podía confiar en este sitio especial que era mi verdadero Yo, donde nada podía hacerme daño. Según fui haciéndome mayor perdí de algún modo esta forma especial de mirar hacia adentro. Sucedió de un modo tan gradual que ni siquiera sabría decir cuando ocurrió. Recuerdo, ya de adolescente, el intentar recapturar lo olvidado, pero no podía. Cuando me miraba en el espejo veía lo que todos los demás veían: mi exterior, con todos los defectos, un víctima, alguien que sufría y alguien en quien no confiaba.

«Pero ahora mi don está aquí de nuevo, no más obscurecido por pensamientos. De nuevo estoy en contacto con mi verdadero Yo. Lo estoy Viendo.»
No mucho después, recibí una carta diciendo que había descendido del regocijo y la alegría que había estado viviendo en las últimas semanas. Había problemas con el dinero, asuntos de divorcio. Se quedo sin hogar y sin trabajo, y el futuro parecía bastante desalentador. Así lo describía:

«Hoy me sentí terriblemente mal. En una escala del 1 al 10, fue definitamente un 10. He estado en este lugar antes y sé lo serio que es. Tengo que hacer algo drástico. Padecía unos dolores tan horrorosos – emocional y físicamente. Una vez más quería morirme”.

«Estaba sentada en la acera de la calle, al lado de la biblioteca pública, luchando con mis pensamientos – preocupada por la fecha del juicio, por la reunión con el abogado, por el test psiquiátrico obligatorio – todo ello me parecía tan agobiante y sin sentido. Una parte de mí sabía que tenía las herramientas para vencer este dolor interno, ¡Pero otra parte no me dejaba usarlas! Parecía como si estuviese dormida y estuviera teniendo una pesadilla de la cual no podía despertarme. Dios mío… por favor, ¡Despierta! Estaba allí sentada, bañada en lágrimas, mientras la gente pasaba. ¿Sabes lo que cuesta VER cuando te encuentras en este estado? Es increíblemente difícil. Pero entonces sucedió. Me senté allí y miré AQUI DENTRO e instantáneamente (sin exagerar) VI QUE AQUI NO HAY DOLOR. ¡No soy mis pensamientos! ¡No hay ningún miedo en este No-lugar! No soy mi ansiedad ni mi pánico. No necesito hacer nada – ¡Yo soy Aquí tanto si lo hago como si no! Aquí veo una enorme calidez abierta de par en par, y ya no quiero morirme más. Después de todo, este fue un buen día. Estoy agradecida por este horrible momento que me trajo de vuelta a Casa.»

Una semana más tarde asistió a La Escuela del Trabajo de Byron Katie, 10 días intensivos en los que se usa la autoinvestigación para ayudar a desmantelar las creencias arraigadas, o «historias», sobre el supuesto o presunto «pequeño yo» y «el mundo» (el retiro en régimen de internado se anuncia como una escuela donde se asiste para desaprender). Le habían concedido una beca para asistir, y había llegado allí con la idea de que » El Trabajo» (el término que se usa para describir esta autoinvestigación) sería de algún modo complementario al VER, en que la ayudaría de algún modo a retornar al AQUI. Acabó el retiro sabiendo que ellos eran más que complementarios o positivos el uno con el otro, eran inexplicablemente idénticos. Tres días después pidió prestada una mochila y emprendió un viaje en solitario por México central en busca de su madre, con la cual había estado reñida casi durante dos décadas. Cuando volvió del viaje esto es lo que recibí:

«La encontré papá. Estaba abrumada por el amor y el cariño que sentía hacia ella. Es tan hermosa. No veo las cosas que veía antes. No necesito nada de ella – ella es perfecta en la manera que ya es. Siento que este No-Espacio está llegando a estar increíblemente lleno de aceptación. Ya no me encuentro más en esa especie de trance de quien soy yo para los demás. Yo soy esta No-Cosa o Nada que sostiene a todas las cosas. En ESTO, siento a la gente como nunca antes creí que podría sentirla, incluyendo su dolor. La gente se acerca a mí contándome sobre su padecimiento y sufrimiento. ¿Por qué son tantos los que vienen a mí con el mismo mensaje? Pero entonces veo que, cada persona es un reflejo de mí, cada palabra una señal. Desde que me ayudaste a VER, he estado en el infierno y he vuelto. «Infierno» porque a veces la vida puede y de hecho empeora, «de vuelta» porque AQUI encuentro la quietud y la paz que la rodean a toda ella – cuanto más «infierno» experimento, más paz viene en retorno. Así que la encontré, hicimos las paces y descubrí que hice las paces conmigo misma. Ella cree que estoy chiflada. Bueno, si esto es lo que es estar «chiflado» – ¡Le doy la bienvenida, es como estar en Casa!»

Mientras escribo esto, mi hija está de vuelta en D., todavía sin trabajo y sin casa (de momento está viviendo con un amigo). No tiene planes específicos, más que los que parecen estar destinados para ella. Escribirnos el uno al otro, es escribirnos a nosotros mismos, y siempre es una grata sorpresa, incluso cuando uno se sienta en la acera de la calle, al lado de la biblioteca pública o en un infierno lleno de lágrimas.

Por J.C. Amberchele con Berzie G.