LA AUTENTICIDAD

La autenticidad no es cambiar lo que uno es y acotar lo que uno tiene. Es la capacidad de manifestarse tal y como se es, sin ocultamientos. Lo autentico es y tiene valor.

La autenticidad no es tratar de ser mejor. Esto es sentido del deber, es una obligación, es una orden, una fachada. La verdadera autenticidad es mostrarse, sin juicio, sin temor a ser descalificado.

Para poder alcanzar esto uno tiene que trabajar mucho. Porque no se trata solo de mostrarse. Asi cualquier descarado sería un ser auténtico. No hay que confundir y creer que se debe mostrar la verdad hasta el escándalo. Quienes dicen esto están menos interesados en lo primero que en lo segundo. Hay que decir la verdad sin escandalizar.

La verdadera preocupación y responsabilidad del terapeuta es hacer su trabajo. El trabajo es capacidad de vivir cada instante con conciencia. Hasta que esto se convierta en un estilo de vida.

Hay ciertas deformaciones en los terapeutas que les impide dejar que los pacientes toquen fondo. Se intenta no confictuar más al paciente y sacarlo de su sufrimiento. Esto es negativo. Hay que tocar fondo. Hay que ir hacia el lugar de donde quiere huir. Y la única forma de tocar fondo es sucumbiendo a las tentaciones. No se pueden superar los obstáculos huyendo de ellos o negándolos. Hay que sucumbir al miedo y a lo que consideramos malo. Tenemos que meternos al pantano. Hacemos muy poco trabajo de calvario con conciencia. No es que no hayamos sufrido en la vida, pero lo hemos hecho de manera inconsciente y por eso no hemos obtenido resultado.

Hay que ir al fondo del océano, hay que ahogarse y no andar con flotadores. Hay que aprender a confiar en la tempestad. Hay que hundirse, flotar, ahogarse y salir. Hay que renunciar a la salida mientras no se haya llegado al fondo. Sino no se resuelve nada. Hablo de resolver, no de cambiar. Es necesario llegar al núcleo, a la esencia del conflicto, para poder conocer y elegir con libertad.

Hay que revivenciar el origen del conflicto, regresar al pecado original. La vivencia tiene un contenido mas profundo, es la experiencia de revivir de volver a abrir y de quitar toda la piel. Es un quedarse con la verdad que hay ahí, no con la interpretación mental. La solución está en la experiencia misma, en jugar al riesgo de profundizar en uno mismo. El pensamiento no resuelve.

Lo mas importante es la impecabilidad, poder estar abierto y presente en el instante, suceda lo que suceda, tanto si es placentero como si es adverso.

Hay personas que se vuelven maniáticos de los cursos teóricos, de la psicología teórica universitaria o de libros, para así mejorar sus defensas. Me refiero a aquellos que se paralizan si no van al curso de formación teórica, que esconden su poco desarrollo personal en la adquisición de más y más información. Pero la base de todo es el desarrollo vivencial. Si uno no tiene un mínimo de diez años en ese camino, va a deformar cualquier técnica que reciba. Las técnicas han sido desarrolladas por quienes han culminado un desarrollo personal. Una persona o terapeuta que no haya avanzado en ese camino cuanto más estudie peor. Terminará subdesarrollándose: poco crecimiento interior y megalomanía de desarrollo exterior. El crecimiento tiene que ser simultáneo, coherente. Sino las técnicas van a ser asimiladas de forma mecánica. La técnica es insensible, lo que vivifica es la conciencia. La técnica funciona si la persona está plenamente viva. Ahí tienen éxito las técnicas, porque el terapeuta o la persona, las ha aplicado primero en él mismo, las ha vivenciado y ha tenido una experiencia que trasciende lo mental, lo emocional.

Repito: un terapeuta o cualquier persona que trabaje con personas, sin trabajo personal es un robot, un enfermo más. La base de una teoría, de una técnica, de una escuela, es la experiencia.

Hay momentos en que es necesario descender al pozo oscuro, a lo indeseado, a lo temido, al odio. Tenemos que enfrentarnos al odio no tratado, no visto, no reconocido, y por tal, no aceptado.

Es muy fácil transferenciar en forma positiva, hablarle bonito al paciente: es más fácil no contradecirlo y darle cuerda, seducirlo más que conflictuarlo. Pero la persona tiene que pasar por el conflicto, aunque jamás quiera entrar ahí.

Nadie puede entrar en ese proceso con lógica, siendo razonable y comprendido. Uno tiene que “provocar”, despertar al paciente, no por maldad, sino para procurar el contacto, aunque sea a través del odio. Si quiero trabajar la transferencia negativa tengo que buscar y provocar situaciones de crisis.

Si esto se logra, el riesgo es quedarse sin el paciente. Lo cual es una amenaza, junto con ser odiado y que se hable mal de él. Esto es una mala propaganda, es echarnos enemigos de antemano. La reputación, la imagen se deteriora. Así son muy pocos los terapeutas que quieren trabajar la transferencia negativa. Resolver no es hacer ejercicios de abandono, es vivenciar la amenaza de la pérdida total del objeto amado.

Para que haya una buena transferencia negativa es necesario partir en la honestidad en lo que siento. En este tipo de trabajo: la verdad es la terapia. Si el paciente está inmóvil, en proceso de demanda pasiva, yo tengo que sacudirlo. Lo digo en sentido real y no figurado. Tengo que entrar en situaciones que la psicología tradicional evita o considera “humillantes”. Trabajar la transferencia negativa es atravesar el miedo, perder lo amado. Aquí no hay un perdedor sino dos, la amenaza es por partida doble……

No es fácil entrar en lo obvio, entrar en la pérdida. A mí, lo único que me ha servido, en estos casos, es ser sincero y actuar con libertad, libre de resentimiento, porque no es una estrategia para joder. Sólo que hay que pasar por ahí, es una parte del camino. Son estados que hacen parte de la condición humana y no es posible negarlo. El desarrollo de la persona es psicológica, social, cósmico, natural, pero congruente con una cronología, por eso no se puede saltar ninguna etapa. Saltarse una equivale a fijación. Querer evadir la trampa crea un conflicto……….

A mí no me asusta ninguna posición, creo que cada quien tiene derecho a ser como es. Ese derecho me lo otorgo yo. Mis maestros me lo otorgaron a mí. Lo que no acepto es que lleguen a mi con su mecanismo de defensa puesto, no acepto que me gratifiquen gratuitamente, me molesta la seducción barata. Ser paciente no otorga derecho de sobreprotección, ni es una disculpa o excusa. Si quieren jugar vamos a hacerlo, pero jugaremos póquer abierto, vamos a manifestarnos como somos, para alcanzar el nada fácil nivel de transparencia. Para esto hay que reconocer que el otro tiene derecho de responder como puede y como quiere. Su condicionamiento, mente: interpretaciones, ignorancia del contextos/técnica y sus razones son un mecanismo de defensa………

Tiene que quedar claro que hay que provocar la transferencia negativa. Querámoslo o no el objeto amado también es odiado. Aceptémoslo o no, pacientes en proceso de maduración, del amor tienen que pasar por la libertad de decir, te amo o te odio. Tiene que vencer la amenaza. No se dan las transferencias negativas por temor a la pérdida. El proceso terapéutico de la transferencia negativa es darse la libertad de expresar y decir, aunque se pierda lo amado. Me dolerá y sufriré. Pero tengo la capacidad de amar, de amar a otros. Así logra uno neutralizar los fantasmas. Y uno se otorga el derecho de querer cuantas veces uno quiera.

Creo que la transferencia negativa se puede apuntar en ese derecho de querer, siempre que uno quiera. Uno no vino a querer una sola vez, a querer a una sola persona. Más allá de la terapia, uno tiene que estar donde y con quien lo quiera a uno. No estar viviendo donde lo apaleen a uno, con quienes lo destruyen a uno. Lo demás son tabúes sociales cuyo trasfondo es la posesión, que vuelve esquizoide al ser humano. Hay que lograr la capacidad de estar donde se quiere, con quien se quiere, el tiempo que se quiere, y poder irse cuando uno quiere, lo cual no es una tragedia. 

 Texto extraído de: “La locura lo cura: manifiesto psicoterapéutico”. De Guillermo Borja. Ed. La llave 2004.
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Qué me gusta Guillermo Borja (aunque ya no esté entre nosotros), me costó mucho aprender que no se puede salir de las crisis sin estar en ellas, que mucha «psicoterapia» se basa en negar el dolor y evadirlo, sin dejar que ese dolor nos transmute como el fuego. Las emociones son sanadoras, si dejamos que estén y que nos vivan con su sabiduría, una sabiduría que la mente controlador no entiende y no puede dejar que algo pase que no comprende, como si la mente pudiera saber los mecanismos naturales que tiene nuestro organismo para adaptarse a la vida según nos va viviendo. Aunque a veces esas emociones sean tan intensas que parece que nos vamos a desintegrar, hasta que nos damos cuenta de que en el fondo somos nosotros resistiéndonos a ellas los que las hacemos destructivas…