Si nos aceptamos plenamente tal y como somos, y aceptamos profundamente todas las situaciones tal y como se presentan y aceptamos completamente a los demás tal y como son, ¿significa que debamos siempre decir «sí» a todo y a todos, incluso si ese «sí» genera más violencia? ¿Significa que deberíamos volvernos pasivos y permitir que otros «nos pasen por encima», por decirlo de alguna manera? ¿El que «todo esté bien», significa que debamos perder nuestro poder de discriminación?
Por supuesto que no. La profunda aceptación es tan vasta que abraza tanto el «sí» como el «no» de la vida.
Por ejemplo, si alguien te golpea cada noche, ¿sería inteligente, sabio, bondadoso, en todo el sentido que estas palabras encierran seguir permitiéndolo; decir «sí», ya sea explícita o implícitamente, cuando en tus entrañas sientes un «no» —independientemente del amor que sientas por la otra persona?
Decir «no» a la violencia, al abuso o a cualquier aspecto que en el fondo de tu corazón no lo sientas adecuado, no es lo mismo que decir «no» a la vida en sí. Decir «no» no es necesariamente resistirse a la vida. Esto es tan, pero tan importante que lo entendamos.
¿Cuántas veces decimos «sí» cuando realmente queremos decir «no», y viceversa? Si realmente deseamos decir «no», si el «no» es nuestra verdad más profunda, entonces, decir «sí» se convierte en una mentira, en el momento, ya que esto deshonra la verdad vibrante de la vida, esa vida que se mueve dentro de ti, a través de ti, como tú mismo. Ese pobre e insignificante «no» sólo requiere un poco de atención bondadosa…
A menudo decimos un «sí» debido a que tenemos el interés de mantener alguna imagen acerca de nosotros mismos. Nos gusta ser percibidos como amables, como compasivos, como aquellos que siempre dicen si; como los positivos, como los despiertos, o tal vez como aquellos que son capaces de aceptarlo todo sin importar de qué se trate. No queremos dar la imagen de «negativos» o una especie de aguafiestas. ¡Qué carga más grande tratar de fingir que somos todo eso! Esta enseñanza no es acerca de crearte nuevas imágenes. Es más bien acerca de liberarte de toda imagen.
¿Si algún insecto mortal viene a devorar tu piel, sería prudente tomar las medidas necesarias para echarlo fuera? Al quitar este insecto en particular de tu piel, no estás diciendo «no» a la existencia de insectos mortíferos. No le estás diciendo «no» a la vida como tal. No estás en guerra con el insecto. No sientes ningún odio. No es tu enemigo mortal. Es la vida misma, tal y como tú lo eres. Visto desde este ángulo, visto a través de los ojos universales, aunque estés eliminando este insecto, estarás realmente afirmando la vida, no resistiéndola. Estás afirmando lo sagrado y lo misterioso de ella. Estás diciendo sí a la vida en todas sus manifestaciones —incluyendo a la manifestación en que se está eliminando un insecto de la piel humana (tan amorosamente como sea posible, ¡espero!). Pretender que aceptas el insecto, pretender que tienes un «sí» para ser comido vivo cuando un «no» también es un movimiento válido de la vida, no parece tan honesto ni tan inteligente.
Por supuesto que nadie podría decirte si un «sí» o un «no» es adecuado para ti en cada momento. Este pleno «sí» o «no» es algo que debemos encontrar por nosotros mismos. Tal vez algunos de nosotros tengamos la capacidad de tolerar insectos mortales más que otros. No lo sé. Pero eso es otro asunto. La profunda aceptación que ya eres es tan vasta tanto para un «no» como para un «sí» en cada momento. Ambos movimientos son aceptados por el incondicional, eterno SÍ que tú eres. Ese es el SÍ que realmente estamos buscando —el SÍ que no tiene opuesto.
Entonces no se trata de convertirse en una «persona que acepta profundamente», o en «alguien que nunca dice no». No se trata de mantener una imagen espiritual. Se trata de que recuerdes aquello que eres, más allá de una imagen, más allá de todas las imágenes —la vida misma. Y se trata de honrar esta vida que ya eres, que ya somos todos. Y a veces, honrar la vida se expresa a través de un firme, amoroso e inteligente «no».
Un «no» expresado con claridad y honestidad, sin odio, sin violencia, sin apego a ningún resultado, sin tratar de mantener una imagen personal, es realmente un gran SÍ a la vida.
La profunda aceptación de las cosas tal y como son, es totalmente compatible con una acción o expresión honesta e inteligente y es también honrar profundamente las preferencias conforme van surgiendo. Las preferencias no son necesariamente juicios, no están para nada » en contra» de la vida. El «no» a una circunstancia en particular es abrazado por la vastedad del SÍ cósmico que somos.
Así que prestémosle nuestra bondadosa atención a esa pobre y descuidada ola del «no» cada vez que aparezca, mientras descansamos en ese profundo abrazo oceánico del SÍ, siempre disponible.
[ Traducción de Tarsila Murguia ]