En Japón existe desde la década de 1920 una forma de psicoterapia similar a la meditación vipasana. Se trata de la terapia Morita. Fue creada por Shoma Morita (1874-1938), un psiquiatra japonés y consistía en lo siguiente:
Primero aislaban a las personas durante cuatro semanas en unos hospitales.
Durante la primera semana, los pacientes tenían que estar en cama, no podían ni leer ni hablar con nadie, ni recibir visitas. Un médico pasaba una vez al día a recoger un cuaderno donde el paciente describía cual había sido su estado general. Durante ese periodo el paciente sentía emociones desagradables que venían y se iban por si solas. Los pacientes que tenían ataques de pánico, los experimentaban y comprobaban que sin hacer nada también se iban.
Durante la segunda semana, el paciente podía hacer trabajos en el interior del hospital, principalmente trabajos de limpieza, pero todavía no podía hablar con nadie, excepto con su médico. Así el paciente se daba cuenta de que si experimentaba alguna emoción desagradable era capaz de seguir haciendo lo que estaba haciendo, aún con esa emoción y, luego esas emociones volvían a desaparecer.
Durante la tercera semana, se le permitía al paciente hacer trabajos manuales en el exterior. Durante esa semana podía hablar con los demás pacientes pero sin dejar de trabajar en los jardines y los pacientes entre ellos podían hablar sobre las experiencias que habían tenido desde su ingreso.
Durante la cuarta semana, sin dejar de trabajar, los pacientes hablaban sobre la experiencia vivida con los terapeutas y sobre lo que habían aprendido desde su ingreso.
En esta terapia se pueden aprender varias acosas que me parecen muy importantes para vivir sin sufrimiento:
– Las emociones son impermanentes, vienen y van. Cualquier emoción por desagradable que sea, aunque no hagamos nada, acaba desapareciendo. Viene y van por sí solas si se las deja a su libre albedrío. Como las olas del mar, penetran en la orilla para abandonarla al instante. Es lo que los japoneses llaman ARUGAMA, la verdadera naturaleza de las cosas. Una persona con ataques de pánico, por ejemplo, experimentará en su periodo de descanso en cama la llegada de uno de esos ataques, pero comprobará que, sin hacer absolutamente nada, esas mismas sensaciones se diluyen en poco tiempo para dejar paso a una calma profunda.
– Aún con emociones desagradables podemos hacer cualquier actividad y, podemos por tanto desempeñar tareas útiles. Quizás no hacemos esas tareas con la misma soltura o no nos salen tan bien, pero hay que recordar que nosotros no somos perfectos y que las tareas que realicemos no tienen porque ser perfectas. Buscar la perfección es una batalla perdida, somos seres humanos imperfectos, falibles y cuando aceptamos que somos así, es cuando empezamos a crecer.
– Hay que aceptar todas las emociones, las agradables y las desagradables como algo natural, son otra cosa más que nos ofrece la vida. Recordemos que tenemos que llegar a la autoaceptación incondicional de la vida y de nosotros mismos, nos tenemos que aceptar aún con esas emociones negativas.
“Shoma Morita decía: Consigue la armonía y la naturaleza te enseñará su cara más hermosa”.
“Escuela de Felicidad” R. Santander
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Maravilloso, si nos permitiésemos sentir sin intentar «cosificar» las emociones para controlarlas, gestionarlas, manipularlas… veríamos que no las tenemos que sanar, son ellas las que nos vienen a sanar a nosotros y sólo tenemos que acogerlas y dejarlas existir.
Me encanta, sí señor