Por Jorge Lomar [Publicado en Athanor]
El inmenso desconocimiento en el que vivimos, tal como un mar traicionero, nos la juega a menudo. El subconsciente es un concepto que actualmente reconoce todo el mundo como algo existente y comprensible. A menudo hacemos elucubraciones al más viejo estilo freudiano sobre la influencia del subconsciente en nuestras acciones y emociones. El subconsciente es todo aquello que no comprendes. Y lo sueles situar en algún oscuro rincón de tu interior. ¿Del interior de qué?


Creemos que nuestros pensamientos son nuestros. Creemos que los creamos sin saber cómo. Pero el pensamiento fluye en el mundo de las formas, entre “unos y otros”, como un viento en busca de las velas de tu destino, ya que en la base de lo Real, no existe un “yo” o un “tu” que sea dueño del pensar, sino una sola mente intentando relacionarse consigo misma.
Sintonizamos con esas formas mentales, emocionales o físicas, del mismo modo que una vibración sintoniza con cualquier otra, por resonancia [o si lo prefieres “ley de atracción”]. Es nuestro sistema de creencias, nuestro paradigma, nuestra estructura mental lo que es capaz de sintonizar un pensamiento u otro de la mente global, donde reside el verdadero origen de las formas mentales. Por tanto, la música subyacente e inaudible que somos capaces de sintonizar desde nuestra pequeña mente se convierte en pensamiento dependiendo de las elecciones profundas que hemos realizado en cada momento de nuestra vida, aquello que hemos decidido darle la calidad de verdad. Para eso existe la mente: para elegir… y más allá, para compartirse.

Cuando Hew Len, el representante del moderno Ho’oponopono, explica que no hay diferencia entre “allá fuera” y “aquí dentro” está hablando con la misma voz profunda con la que hablan los chamanes de todo el mundo, aquellos maestros que han renunciado a creer lo aparente y se han lanzado al misterio de la vivencia en el mundo simbólico subconsciente. Aquello que ves ahí fuera no es algo distinto de tu subconsciente.
Nos experimentamos como mentes separadas, creemos que la persona que tenemos enfrente es algo distinto que yo. Su historia es distinta, su cuerpo es distinto, su pensamiento es distinto, parece que no es tu historia, ni tu materia, ni tu pensar. Sin embargo lo distinto no es esencial, no es característico del Ser, sino de la forma. Llamo consciente a lo que llamo “yo”, a lo que llamo “mi pensamiento”, a lo que comprendo. Llamo consciente al camino que a través de “mi” ha tomado la conciencia. Y desde este punto de vista, el subconsciente es esa mente separada que veo delante de mí, ese otro camino de la conciencia que yo desconozco, que no alcanzo a comprender plenamente, que observo y que, demasiado a menudo, juzgo, ataco y excluyo.
El resto de las personas son mi subconsciente. Y digo subconsciente en lugar de inconsciente, porque existen caminos para cambiar la percepción y trazar puentes hacia lo desconocido, hacia el “otro”. Un entrenamiento mental que nos lleva a sentirnos unido en lo esencial con el aparente “otro”.
No hay distinción entre subconsciente personal y colectivo nada más que relativamente a lo que eres capaz de percibir en tu actual estado de conciencia, o siguiendo nuestra alegoría, lo que tu radio es capaz de sintonizar. Tus pensamientos surgen en ti consecuencia de las elecciones esenciales que has realizado: aquello que has decidido creer, aquello que has decidido hacer real en tu percepción, aquello que has decidido ser. Esas elecciones te abren a nuevos canales de pensamiento, nuevas vías de experiencia, nuevos caminos de vida… nuevos encuentros con un subconsciente que se hace consciente a cada paso. Es en las raíces de tu libertad profunda de elegir lo que crees donde radica tu destino.
Mi pasado quedó cristalizado en forma de recuerdos interpretados, ideas o pensamientos solo gestionados por mi particular punto de vista. El resto de los matices de lo vivido quedó enterrado en el gran océano subconsciente y dejó de pertenecer a mi “yo”, tan solo porque no lo elegí. El pasado, el futuro, las mentes de todos los seres que me parecen “otros”, todo ello junto con los universos insondables de la mente única, configuran mi grandísimo subconsciente.
Hay quien dice que el miedo primigenio es el miedo a lo desconocido. No nos engañemos. El miedo es lo desconocido, el miedo surge de la inconsciencia, del desconocimiento. Surge del dolor primordial de percibirnos separados. Separados de la Verdad, buceando en ese vasto desconocimiento. Separados de otras mentes, otros seres aparentemente incompletos. Separados en un ahora insatisfecho, un instante aparentemente incompleto ante el olvido y la incertidumbre inmensos. Conscientes de tan poco que confundimos lo esencial, que separamos entre dentro y fuera, entre tú y yo. Entre ser y no ser.
Cuando soy capaz de entrenar mi mente en la nueva percepción de que “tú eres mi subconsciente”, desaparecen las víctimas y los verdugos, me reconcilio con un universo mental y unido. No es el final de un camino, sino el principio de una nueva percepción. Soy capaz por primera vez de ver auténticamente que tú y yo somos uno.
Jorge Lomar
Escritor, facilitador, ponente. Presidente de la Asociación Conciencia.